jeps!

Sentada escuchando su vieja radio, esa toda empolvada que pasa desapercibida para los acompañantes de la casa. Su mirada se va hacia un horizonte no perceptible, su mente aún más allá y su corazón adormecido por tanta expresión.
Era una mujer sencilla, gustaba de los animales y niños. Jamás lo demostraba claramente, era signo de demostrar su vulnerabilidad ante el mundo, ante la pasada imagen patriarcal de su padre, ir en contra de su crianza. Lamentablemente esos tiempos ya habían pasado, su mente claramente se transportaba a pasares grises y coloridos de su infancia, ella misma me lo ha contado. Como cuando caminaba por ese concurrente camino de tierra, en el cual su padre le pregunta “define con una palabra tu vida” y ¿qué respondió? – “Felicidad”; ¿por qué? (me pregunto yo?) ella lo contó, dentro de sí misma. Siempre le ha gustado decir cosas para ver la expresión de la gente – pero esa vez se sintió mal; vio sonreír a su padre porque obviamente, con el adjetivo que caracterizó su vida el hombre debe haber pensado “he hecho lo correcto”. Le gustaría volver atrás, dejar de caminar, mirarlo a los ojos y decirle que no es “felicidad” que se siente agradecida por todo lo que se entregó, pero no él, sino su mamá. Decirle que no fue más que una visión abstracta de padre y que ahora grande, no siente haber tenido una buena imagen paterna, sino hasta los trece años. Tuvo suerte de tener una esposa tan luchadora y consecuente con sus actos, tan poco egoísta y preocupada, y lo más importante, saber perdonar a un hombre machista, egoísta, rabioso y a veces aprovechador. Decirle que por los errores que cometió, durante toda su vida no lo verá más que como un amigo, importante amigo.
De pronto un pajarito se posa sobre la silla, lo mira sigilosamente. Respira como si el aire en su segundo se fuese a terminar y la canción se termina. Un día más de ideas locas, un día más de sanar un poco las heridas que se guardan en las entrañas del inconsciente, es hora de ir a bañarse y seguir el transcurso del día como otros.